Soy de las personas que por azares del destino mi madre me
dejo. Mis padres se divorciaron y Yo y mis
hermanas quedamos bajo la tutela de mi padre.
A los años de distancia y un día como hoy, descubro que esta
perdida, duelo, abandono o dejadez , más
que darme años de traumas y miles de sesiones de terapia para superar el
duelo por carecer de esta figura en mi
vida, lo que me ha dado de manera directa o indirectamente es libertad.
Al no depender de alguien que me previera de alimento, aseo,
cuidados en el hogar, aprendí a asear la
casa, ordenar mi ropa, realizar costuras, preparar guisos finos y elaborados, que ahora en mi etapa de padre, me han
permitido entrarle a los deberes de un hogar y al mantenimiento de una casa armónica,
limpia y sana.
Me volví más independiente. Aprendí a disciplinarme en
tiempos tareas y actividades. Desarrolle el sentido común y
el auto cuidado por mi persona, deberes y obligaciones.
Nunca he dependido de un consejo de una madre para hacer o
no hacer algo. No estoy al pendiente del bienestar físico, económico y emocional de
mi madre. No tengo que preocuparme de visitarla, de hacer lo que a ella le plazca o a decidir mi
vida en función de lo que ella diga. Me privó o me liberó de acompañarla en su
vejez e incluso a la pena de perderla un día con la llegada
de la muerte. A lo mejor me quito un derecho; pero quizás me libero.
Afortunadamente esto lo logre hacer, no gracias a una madre. Tuve un padre y una abuela que llenaron mi vida de bendiciones que me
permitieron desarrollar todas mis potencias
lo mejor posible. Mi papá, hizo un verdadero esfuerzo para lograr que él, mis hermanas
y yo fuéramos familia a pesar de la falta de un valioso miembro. Y mi abuela. Que se volvió la madre,
consejera, confidente, tutora, que nos lleno de valores como la solidaridad, el
temor a Dios como se decía antes .Y el valor de la familia. Desafortunadamente hoy ya no están. Una se fue al cielo y del
otro, no sé nada. Ambos contribuyeron a
que hoy sea el hombre, padre y esposo que ahora soy.
No estoy diciendo con esto que aquellos que no han pasado
por este proceso son personas
que no han desarrollado estas virtudes. Todo lo contrario. Ceo que
quienes han vivido el gozo de tener a su mamá en muchas etapas de su vida les ha
permitido crecer con mucha confianza, seguridad, afecto y amor. Solamente
mi intención ha sido la de compartir que el no tenerla, también ha sido una experiencia
trascendental en mi vida, y posiblemente
en la vida de otros . Desde la carencia, revaloro la libertad que me dio de construirme
a mí mismo. Claro que, en varias etapas de mi vida, hubiera sido bueno tenerla
como refugio y protección. Todavía me
pregunto aunque cada vez menos, que la llevo a ella y mi padre a mejor
separarse y seguir el viaje de la vida lejos uno del otro, dejando a la deriva
a tres hijos…quien sabe.
Ciertamente este texto lo entenderán y sentirán
mejor aquellos que como yo, viven la orfandad de una madre. Aquellos que
no saben lo que es que te hierva la
sangre cuando te lanzan una mentada. La oímos
sin enojo y molestia, porque no nos significa nada. Los que vivimos una
infancia poco convencional,; que hacíamos manualidades en la primaria para el
festejo del diez de mayo y no dársela a
nadie, y cantábamos en la secundaria una canción sobre alguien que dio su vida, su amor y su espacio pero que no
sentíamos, o no era una buena emoción. Aquellos que aunque con la compañía de muchos seres que nos quisieron y
acompañaron con amor y compasión, nos hizo falta esta realidad de sentirse amados de manera
especial por el ser que nos trajo al mundo.
Como sea; va este
texto a manera de gratuidad a los y a
las que se volvieron madres y padres por
la razón que haya sido, buscando cubrir
lo mejor posible las carencia de una figura trascendental para el desarrollo armónico
de un hijo. Que aunque ausentes se
sienten presentes y cercanas. A pesar de
que nunca, o desde siempre
siguen obrando en la construcción
de las personas que hoy somos. Sus esfuerzos
Han valido la pena.