viernes, 29 de enero de 2010

AVATAR

AVATAR



El ejército norteamericano pretende posesionarse de las ricas minas de un pueblo de poco desarrollo material. Para lograrlo, tratará de ganarse a los nativos, pondrá en juego sus altos recursos científicos y económicos y luego pasará por encima de quien se oponga, con el más refinado y cruel poderío bélico militar. ¿Ya conocemos la historia? La hemos oído, leído, visto, experimentado, cientos de veces…Le podemos poner los nombres recientes de Vietnam, Golfo Pérsico, Irak, Afganistán…o Pandora. Pues de eso trata Avatar, la última superproducción del cine norteamericano. Un argumento así de trillado pero real, James Cameron lo ha convertido en una espectacular historieta con la más moderna tecnología digital para cine de animación.

Claro que al simplísimo argumento de cowboys contra indios, marines o militares contra extranjeros de rara ideología, o buenos contra malos, había que añadirle algunos elementos más que correspondieran a nuestros temas en boga: el avatar o transmigración de la personalidad a una réplica creada, la investigación científica puesta al servicio del poderío mundial, la depredación de la naturaleza por invasores y su oposición con la defensa del medio ambiente, la necesidad de nuestra conexión espiritual con una divinidad y una religión de culto a la tierra, el auge protagónico de las personas con capacidades diversas o raza no sajona.
Con un poco de todo esto combinado y, por supuesto, el consabido romance del héroe blanco y la joven nativa, Avatar logra llenar la pantalla por dos horas y media, y reunir en su primera semana de exhibición los más de 300 millones de dólares que costó. Estamos ante el cine como entretenimiento en su más recentísima versión, incluyendo la tercera dimensión fabricada (con o sin anteojos incluidos). Pero el cine es más que entretenimiento y espectáculo; también es espejo de la vida, narración de nuestras historias, interpretación de una época, interrogación a nuestro proceder, aliento para nuestro espíritu, imaginación de esperanzas, propuesta de caminos…Avatar tendrá un poco de ello, pero creo que le sobra video-juego y animación y le falta contenido. Quizás porque uno –en sus propias convicciones- se resiste a creer que el camino para combatir la explotación de los pueblos y la depredación de la naturaleza y buscar la relación con los otros sea nada menos que la guerra, y aceptar que al final sólo reine la destrucción y un pobre héroe que termina siendo el avatar diseñado.

Con su anterior película, Titanic (en 1997), James Cameron nos convenció de cuan ingenioso, grandilocuente y megalómano podía ser para crear un espectáculo tan complaciente y disfrutable de una historia tan simple como la de niño-pobre se enamora de niña-rica. Creo que ahora podemos valorar mejor sus primeras obras: Aliens (de 1986) y Abismo (de 1989), donde los temas de las naves interplanetarias, la excursión en mundos desconocidos y el encuentro temeroso con los otros, resultan mucho mejor contados. Pero el interés por Avatar también es una magnífica oportunidad para recuperar y volver a ver –o admirar por primera vez- algunas obras cinematográficas que han desplegado con riqueza y hondura los temas que Cameron apenas insinúa y han marcado ya nuestro gusto cinéfilo: la trilogía de El Señor de los Anillos (Peter Jackson, 2001-2003), Nuevo Mundo (Terrence Malick, 2005), Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), Star Wars (George Lucas, 1977) y El Imperio contraataca (1980), y 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Como dice HAL en 2001: “Esta misión es demasiado importante para mí como para permitirte ponerla en riesgo”.

Luis García Orso
México, Enero 4 de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡YA NO QUIERO SER MAESTRO!

  “YA NO QUIERO SER MAESTRO”   En lo que va del año a la fecha, muchos compañeros docentes se han acercado para confiarme casi en secret...