El
despido
Quienes
hemos vivido la experiencia de ser despedidos de una empresa, sentimos, que
el mundo se nos termina. Es una situación tan dramática para nosotros
que casi se puede comparar con una
tragedia griega y hasta nos sentimos
personajes de una de las obras de Esquilo, Sófocles o Eurípides. Sentimos que
estamos acabados, que todo termino para nosotros. Que nuestros compañeros de
trabajo (ahora ex- compañeros) nos miran con lástima, desprecio y hasta
respiran aliviados por no ser ellos los
nominados a dejar la empresa. El aspecto emocional y psicológico en
nosotros es brutal y sentimos que no nos podremos levantar fácilmente.
Dejemos
de lado si el despido fue justo o injusto. De todas
las reacciones que nos pueden pasar, la más caótica de todas es la de
tratar de respondernos: y ahora, ¿Qué voy a hacer? Si ya no
voy a trabajar aquí, haciendo lo que mejor sé hacer... ¿Podré hacer esto
mismo en otro lado? ¿La volveré a hacer en otro lado? ¿Podré salir adelante con
todas mis preocupaciones, situaciones, problemas financieros y demás
situaciones que en mi diario vivir me acontecen? Algunos vivimos esto y otros
no, pero a todos nos pasa esto aunque sea brevemente.
Hay que
reconocer, que entramos en una depresión
de la que no sabes si saldremos o no, porque ni siquiera pensamos en
eso. “déjenme que estoy llorando” es una frase que podría explicar esta
situación.
Ciertamente
hay un duelo intenso según el tiempo de estar en esa organización. El nivel de
tristeza, enojo, coraje, confusión y miedo depende de esta realidad. Para algunos, ese trabajo era parte de nuestra
vida (o nuestra vida misma) nos concebíamos como miembros vitales e importantes
de la organización. Inferioridad, fracaso y vergüenza son tres sentimientos que empiezas a conocer. Y
lamentablemente algunos no salen de esta ni con terapia. Su vida es una
continua añoranza: en su discursos
suelen haber frases como estas: “Cuando
yo hacia”… “Cuando yo estaba”… “Cuando
yo era”… “Cuando podían”…cuando uno habla con ellos en su discurso, siguen
perteneciendo a la empresa. Cuidado con esto.
Y ahora
¿Qué hacer?
Una vez
que ya se ha finiquitado la situación laboral, que ya se vió lo que por ley te corresponde y se cerró la relación laboral, lo más sano es tomarse un tiempo para meditar
la nueva situación. Asumir la nueva realidad. Compartirla con los seres
queridos, salir de viaje o hasta tomarse
un descanso, a lo mejor inmerecido, pero necesario. Darnos tiempo de romper con esta
realidad, vivir el duelo y pensar, con serenidad y la cabeza bien fría lo que toca hacer.
En este tiempo podemos pensar sobre los “porqués” de nuestro despido, pero
sin azotarnos ni flagelarnos; tratar de ubicar las razones y aprender de ello.
Ayuda mucho discernir y respondernos ¿Qué hicimos mal y qué hicimos bien? Esto
nos ayudará a usarlo a nuestro favor en nuestro próximo empleo.
A
reconstruirnos
Ante esta
nueva realidad, implica nuevas formas de vivir y de llevar la vida. Hay que
cuidar la economía, reducir gastos, disciplinarse, pagar deudas, dejar ciertos
lujos, vender algunas cosas, y usar otras; e incluso es tiempo para deshacerse
de otras más. Incluidos viejas
relaciones, objetos personales, relaciones malsanas, entre otras. Y empezar a
ver las ventajas de esta nueva realidad: ahora puedes ver un atardecer, no que
antes, por estar encerrado en la oficina ni te percatabas de ello; tienes más
espacios de convivencia con personas que aunque cercanas a ti, por tu estilo de
vida anterior no podías tenerlos.
Y
descubres nuevas formas de ganarte la vida que pueden o no ser a fines a la que
antes realizabas. Lo importante es estar abierto y esperanzado a que
recuperarás lo que tenías y hasta más,
que no necesariamente es en lo económico.
Al
reconstruirnos, también es necesario empezar a retomar el espíritu de
gratuidad. A lo mejor fue muy doloroso y no fueron las maneras para
despedirnos, pero no se puede andar por la vida cargando rencores, sentimientos
de venganza y repudio a la empresa y a sus miembros. El tiempo que estuvimos
ahí, apostaron por nosotros y nos dieron la oportunidad de desempeñarnos con
ellos. Y eso es motivo de agradecimiento.
Esta
apuesta por nosotros, nos permitió experimentar logros personales,
profesionales, familiares y demás, que nos permitió crear un curriculum que
podemos o no usar en un futuro empleo u proyecto personal. Es tiempo
de confiar y esperar. Tiempo de creer
que lo mejor está por venir y en el futuro hay algo bueno para mí.
Quien
escribe esto, ha pasado por todas estas situaciones. Creyó que de esta no se
levantaría fácilmente. Tantos años en ese lugar le habían dado un status,
posición social, sentido de pertenecía, seguridad económica y financiera que le
permitía solventar los compromisos económicos y familiares, y ahora ya no lo tenía. ¿Qué hacer entonces? ¿Llorar acaso?
¡Pero si yo solo lloro de gratitud!
Y hoy
puedo decir que todo lo aquí escrito me ha pasado. ¡Y a ti te pasará
igual y te irá mejor que a mí!
Y hoy
como otras personas más que han pasado y salido de esto, puedo decir:
¡Un
despido si puede ser una gran oportunidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario